Aunque el gol más impresionante de la historia de los mundiales sea su legado más resonante al momento del adiós, entre las toneladas de goles y gambetas del Pibe de Oro registradas por el mundo en canchas de todo tipo y ante equipos de toda clase, hay un clip de una tarde de abril del 89 que aún sin ser de un partido en tiempo reglamentario siempre nos hará sonreír y querer un poco más este deporte.
Hay pocas cosas más puras en el fútbol que un calentamiento antes de desplegar la magia en una cancha. Con esa mezcla de ansiedad, concentración, ganas y nerviosismo. Ahí en Munich ante el gigante Bayern, el “pelusa” y su pandilla afrontaban la vuelta de la semifinal de la Copa UEFA. En el San Paolo venían de ganar 2×0 con goles de Careca, crack brasileño socio del Diego en la empresa del gol y el mágico Carnevale. Ambas asistencias del “10” pese a ser alineado por sorpresa y jugar “infiltrado” entre el duro trato de la defensa de la Juve en la ronda anterior y un desgarro que le impedía correr normalmente.
En el coloso alemán testigo de múltiples cotejos históricos, con mundiales de por medio, la previa para que los planteles se soltaran fue al ritmo de Opus con “Live is life”. Los mismos músicos austriacos que tres años antes habían venido a Viña del Mar con esa canción como caballito de batalla, una de las más coreables y contagiosas que se tenga recuerdo por al menos un par de generaciones.
Maradona hizo lo que hace siempre, vivió esa previa con la pasión del partido mismo. Malabarismos, canto, relajo, actitud. Una vez le preguntaron por qué salía con los botines desatados. “Si los ato los fotógrafos no vienen” dijo. “Me los desataba y cuando me ponía a atarlos venían todos”. Esa era su pose favorita y hay cientos de fotos que reflejan ese instante antes de jugar los partidos.
Otra vez fue más allá y dijo que solía pedir un par de decenas de cajas de zapatos Puma para regalar a los suyos. Un día no solo le mandaron menos sino que la competencia comenzó a cortejarlo. Salió con los botines atados. No hubo fotos de sus zapatos ni la clásica pose esa tarde. Antes del siguiente compromiso Puma le mando el doble de lo pedido.
La semifinal de vuelta con el Bayern tras esta mítica previa musical se vivió con intensidad. Maradona aún sin estar al 100, regaló dos asistencias al brasuca, incluida una de pura viveza sudamericana tras arrebatársela a un defensa y con el empate a 2 el Nápoles llegó a la final con otro conjunto alemán, el Stuttgart, a quien le ganaría la única copa internacional que tienen los del sur de Italia en sus vitrinas.
Al momento de su partida de estos pastos, es mejor recordarlo así. En plenitud, con magia verdadera, lejos de sus episodios cuestionables fuera de las canchas. Acá había consenso en torno al genio y su poder en torno a una pelota de fútbol, algo tan simple y puro y que siempre enorgulleció al de Fiorito por haberle permitido llevar alegría no solo a su gente sino a todos los que vibraron hasta la emoción con su talento.